La guerra de precios que los supermercados y grandes superficies llevan librando varios años utilizando como reclamo grandes ofertas en el aceite de oliva acabó por levantar las sospechas de los responsables de Consumo de la Junta de Andalucía y el Ministerio de Medio Ambiente, que han comprobado en los análisis realizados tras un muestreo que producto etiquetado como aceite virgen extra, el más caro,
no era tan extraordinario y en algunos casos, ni siquiera virgen.
En momentos de crisis parece lógico que el consumidor busque las ofertas, pero debe saber lo que compra y lo que paga. El mejor de los aceites de oliva es el virgen extra. Le sigue el aceite de oliva virgen, cuantos más apellidos mejor.
Tanto el oliva virgen extra como el oliva virgen son el resultado de exprimir la aceituna por métodos mecánicos. Y nada más. Es zumo de aceituna. Luego pueden proceder de distinta variedad dependiendo de la aceituna empleada (picual, arbequina, hojiblanca son las más habituales) o de distintas zonas geográficas, pero eso es cuestión de gustos, igual que, si hablamos de vinos tintos, habrá a quien le agrade más el Rioja y a quien el Ribera de Duero. El aceite de oliva virgen extra es el ideal para consumir en crudo, para aliñar ensaladas o hacer salsas.
Comercialización
Aceitunas en Jaén.
Para su comercialización, los aceites de oliva vírgenes se clasifican en virgen extra, virgen y lampante, éste último debe pasar un proceso químico de refinación antes de poder destinarse al consumo directo. En el mercado se puede encontrar:
Aceite de Oliva Virgen Extra: Aceite de oliva de categoria superior obtenido directamente del fruto y sólo mediante procedimientos mecánicos. Presenta excelente aroma y sabor y su acidez es inferior a 0,8 grados, según el requisito marcado por la normativa vigente.
Aceite de Oliva Virgen: Aceite de oliva obtenido directamente del fruto y sólo mediante procedimientos mecánicos. Presenta buen aroma y sabor, y una acidez inferior a 2 grados.
El tercero de los aceites vírgenes, el denominado Lampante, no llega al consumo con ese nombre. Es un aceite que, debido a condiciones climáticas desfavorables, por sobre-maduración del fruto o por deficiencias en el proceso de elaboración, presenta un elevado grado de acidez (superior a 2 grados) o un sabor y olor defectuosos, debe pasar un proceso de refinación para corregir tales defectos.
En las tiendas de alimentación podemos encontrar lo que se denomina simplemente y así figura en su etiqueta como 'Aceite de Oliva', sin más apellidos, que es el resultante de mezclar el aceite de oliva refinado, que conserva la estructura química básica del aceite de oliva, con una cierta cantidad de Aceite de Oliva Virgen o Virgen Extra que le aportan aroma y sabor.
En resumen: Si pasa por el proceso de refinado, el aceite deja de ser virgen y se convierte en Aceite de Oliva, sin más apellidos.
Orujo
Detalle de una almazara.
Otra categoría de aceite procedente de la aceituna es el aceite de orujo. El orujo de oliva es el subproducto sólido o pasta que se obtiene en el proceso de elaboración del aceite de oliva virgen durante el prensado o centrifugado. Son los residuos del proceso, que se somete a tratamientos físicos (centrifugación) o químicos (con solventes) para extraer el aceite que contiene.
Este aceite debe someterse a un proceso de refinado, similar al de los aceites de oliva lampantes y mezclado con aceites vírgenes constituyen la categoría comercial denominada Aceite de Orujo de Oliva. Es el de inferior caldad, aunque se suele usar sobre todo para fritos cuando el consumo es muy abundante.
El 'cambiazo' a las etiquetas
El problema para el consumidor es cuando el contenido de una botella, lata o garrafa de aceite no se corresponde con la calidad que indica su etiqueta. Vender aceite de oliva lampante, virgen (a secas) o orujo por virgen extra, es un fraude económico, una estafa al consumidor porque cada uno tiene un precio distinto y así se lo pagan a los agricultores. Es como vender huevas de mújol como si fuera caviar o un vino de tetra brik como si fuera un gran reserva. Eso sí, todos ellos son aptos para el consumo.
No es malo que se ofrezca precios baratos, el problema es que los hay tan baratos que no pueden ser virgen extra.
Siempre ha habido diversas categorías de aceite de oliva, aunque se hayan cambiado los nombres comerciales. Pero en los últimos tiempos se ha usado el aceite de oliva, al igual que otros alimentos de primera necesidad, como la leche, como "productos reclamo" en los lineales de los supermercados.
Ojo con las ofertas
Se ven ofertas por las que el litro de aceite de oliva virgen extra cuesta 2 euros el litro, algo que levanta sospechas porque es casi lo mismo que se paga al olivarero en la cooperativa, unos precios de por sí ruinosos para el productor y que no son suficientes para cubrir los costes del cultivo.
Un estudio de la organización de consumidores Facua también revelaba que los precios de los aceites de oliva virgen extra en envases de 1 litro oscilaban entre 2,39 y 3,89 euros, nada menos que un 63%.
El color del aceite.
Aunque sea un producto reclamo, aunque se venda a pérdidas, esos precios no se sostienen en el tiempo. Es por eso por lo que empezaron las denuncias a algunas ofertas puntuales, algunas de grandes hipermercados que ofrecían una oferta en un folleto que no se correspondía con el producto que salía a la venta.
Pero si para ganarse a los consumidores los precios seguían tan bajos y los industriales no podían apretar más a los agricultores en las cantidades que se les abonaban, no quedaba margen de ganancia. Incluso se perdía dinero. Y ahí es donde algunos parece que han sucumbido a la tentación de ofrecer aceite de baja calidad con etiquetas (y precio) correspondientes a calidades superiores.
Aceite de oliva a precio de girasol
El aspecto positivo de los precios bajos es que han permitido aproximar mucho los precios de aceite de girasol y aceite de oliva, lo que ha mantenido alto el consumo de éste último. Hay demanda y el consumdor aprecia el aceite, pero no puede pagar al precio de producto excelente lo que es de una calidad corriente.
Las autoridades de Consumo y de Calidad Agroalimentaria deben intervenir para garantizar que el consumidor se lleva la calidad que paga y debe evitar un desprestigio de un producto de alta gama aunque sea de consumo habitual.
El aceite de oliva junto con el jamón ibérico es la carta de presentación de los productos de calidad españoles en los mercados internacionales, sobre todo en los más exóticos como China, Japón e India y el siempre exigente de Estados Unidos.
Fuente:
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/27/andalucia/1290885670.html